jueves, 28 de julio de 2011

Detectives



                 En verano, cuando fui a Viña, me hice con un libro de Marco Denevi. El libro en sí, al final, me entretuvo mucho menos de lo esperado. De sus once cuentos, tan sólo dos me conmovieron hasta la médula. Uno de ellos está en calidad de Obra Maestra. Un tercer cuento me parece digno de recordar. Y nada más. No son malos, pero son simples, o lo que es peor, siento que los podría haber escrito yo (ese sentimiento siempre me desilusiona. Al leer buscamos algo que se nos escapa: buscamos sumergirnos en un mundo que no sea el nuestro).
                Pero es otra cosa la que me lleva a hablar del libro, lo que viene antes de los cuentos. El librillo viene precedido de un bonito prologo de Alberto Manguel, que explica, en palabras simples, lo que debe ser el quid de la escritura contemporánea. Su tesis, presentada simple y precisa y bellamente ilustrada con una fábula (del mismo Denevi) es la siguiente: de todos los géneros literarios, el que más abiertamente se dice narración es el género policial. ¿Que qué? Que nos escriben de forma simple. Un relato policial tiene tres actos: Presenta un misterio, se soluciona un misterio, y entre medio de esos dos se desarrolla un periplo entretenido y muchas veces irrelevante, que es en el fondo lo que realmente queremos leer. Leer a Aghata Christie es dilatar el misterio, esperar no llegar al final para saborear el acertijo; y llegar igual.
                Cómo dice Borges en Abenjacán el Bojarí Muerto en su Laberinto. En ese cuento, dos amigos comentan la historia criptica de un tipo que alguna vez murió en el lugar en dónde se hallaban. Pasan unos días y uno de ellos da con la solución, el otro, resignado, trata de demorar el desenlace de la historia y el fin del misterio. Eso es siempre una narración. Y si analizamos con cuidado, la narración policial es la más difundida, la más fácil de usar y la más usada hoy por hoy. Veamos una bazofia exitosa cómo el Código Da Vinci: Robert Langdon se involucra en el caso de un muerto, sabemos quién lo mató pero no quién planeó el asesinato. Hay toda una mano detrás, se nos arrojan, durante el periplo, más incógnitas, y al final se resuelve todo. Analícenlo: está en todas partes. Dorothy L. Sayers se refiere al relato policial cómo "El arquetipo de toda ficción" y haya elementos en la Odisea, en Fábulas de Esopo y hasta en la Biblia, con un Daniel detective en el antiguo testamento.
                Esta tesis no es ni tan estrambótica ni tan crucial. El arquetipo de narración (transversal, en general, al narrativo y al dramático) es presentar orden, luego conflicto, y hacia el final, resolución del conflicto. El posmodernismo ha cambiado pero no ha acabado con eso, escritores tan revolucionarios como Maquieira aún continuan cayendo de vez en cuando en ese esquema.
                Reflexiono sobre esto por dos textos que me cruzan hoy por hoy la cabeza: Futuro Imperfecto, escrito por Hugo Malasangre, no pudo si no recordarme  la decepcionante lectura de Asimov y sus juegos de detective, adornada con robots y reflexiones filosóficas vacías. Caliban debe ser uno de los peores libros que he leído. Eso me pasó con este cuento: adiviné el final como en la segunda hoja. Asimov y Malasangre caen en el mismo error: dan las pistas al principio, subestimando al lector; luego, fuerzan el misterio, cómo ya dijimos que se debe hacer, pero lo hacen demasiado. Hasta el final conjeturan que su estúpido protagonista somos nosotros, que no nos damos cuenta qué pasa. Y es que estos cuentos nos prueban, nos hacen jugar al detective. Un elemento importante al escribir un cuento es que, por muy inesperado que sea el final, siempre hay dentro del mismo desarrollo señales que avecinan lo que pasará. El cerebro del detective, una vez que pone en marcha su maquinaria, no tiene vuelta atrás. No puede hacer la vista gorda a estas pistas, no puede consentir que se le dilate tanto un misterio que le parece obvio. Eso pienso, que todos los que leemos y/o escribimos, somos detectives. Detectives Salvajes.
                Ese es el otro texto. DS de Bolaño es uno de los pocos libros que se arranca del arquetipo narrativo. Sólo cuenta historias, sin un fin en particular, o quizás con un fin que queda demasiado secundario y nos da el lujo de olvidarlo. ¿Quién chucha es Cesárea Tinajero?¿a quién chucha le importa? Me importa que tras esa excusa de "buscarla", Lima y Belano viven su vida loca, vida grandiosa y miserable, muchas veces monótona. Son detectives y son salvajes, pero al final no son ni lo uno ni lo otro. Ese es un buen libro: te mantiene entretenido contándote cosas, tiene una excusa para contártelas, pero no se da la molestia de seguir un itinerario estricto, cómo Harry Potter que tenía que matar a Voldemort, por ejemplo. Ellos no: buscan a Tinajero, pero viven su vida.
                Y juegan a ser detectives, mientras nosotros leemos, relevándonos de nuestro papel por una vez que sea.